El Atlas Lingüístico de la Península Ibérica (ALPI) corresponde a lo que los geolingüistas llaman atlas de gran dominio, como lo fueron en su día el Atlas Linguistique de la France (ALF) de Jules Gilliéron o el Sprach- und Sachatlas Italiens und der Südschweiz (AIS) de Karl Jaberg y Jakob Jud, en los que se inspiró. Su objetivo era facilitar la caracterización de las variedades iberorrománicas peninsulares. Desde los trabajos teóricos de Jaberg, los especialistas han distinguido claramente entre los objetivos de un atlas de gran dominio y los de un atlas de pequeño dominio.

Esta concepción parte de unas diferencias metodológicas claras: el objetivo de un atlas de gran dominio es recoger materiales que permitan caracterizar lingüísticamente un territorio extenso, lo que supone establecer una red de encuesta amplia, ancha, cuyos puntos pueden no estar muy cercanos entre sí, y un cuestionario lo bastante general como para adaptarse a geografías y a culturas diferentes; en cambio, como se ocupa de un ámbito menor, un atlas de pequeño dominio puede y debe dotarse de una red de encuesta densa, estrecha, con puntos suficientes para trazar una malla que cubra todo el ámbito, y utiliza un cuestionario específico, muy pegado a la realidad cultural del territorio que busca estudiar.