Por virtud principal de su información fonética, el ALPI es como una especie de acta documental del carácter y fisonomía del habla popular de la Península en los años inmediatamente anteriores a la guerra civil. La honda conmoción producida por esta guerra en todo el país, y el movimiento de población ocasionado después por motivos económicos y sociales, habrán modificado sin duda alguna las líneas del ALPI, lo cual acentúa su interés como testimonio de valor histórico.
(Navarro Tomás, 1975: 14)
A pesar del tiempo transcurrido y de la publicación de los atlas regionales, el valor científico del ALPI sigue siendo indudable, entre otras cosas porque la península Ibérica carece hasta ahora de un atlas general semejante a los que poseen otros grandes dominios lingüísticos europeos, un atlas de referencia con el que poder contrastar los datos recogidos con posterioridad en las mismas zonas, y cuyos materiales permiten, además, el estudio comparado de las hablas iberorrománicas. Es cierto que desde los años en los que se hizo el grueso de sus encuestas las variedades lingüísticas peninsulares han evolucionado y, sobre todo, las condiciones demográficas y sociales son muy diferentes de las que reflejan los datos del ALPI, pero precisamente por eso resulta evidente que el paso del tiempo no ha devaluado los contenidos de este atlas, sino que los ha convertido en documentación lingüística y etnográfica, de ahí su interés científico.